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El acto ignominioso del dictador Bashar al-Assad no debe tolerarse en sociedades civilizadas. Decenas de víctimas, incluyendo niños y niñas, perecieron esta semana debido a la utilización de gases letales, los cuales son prohibidos por la comunidad internacional.
Tomando en cuenta que Estados Unidos tiene al frente un personaje impredecible, con cero de experiencia en política internacional y con ideas altamente erráticas, cuál sería la política adecuada en una región plagada por problemas políticos, étnicos y religiosos.
Inicialmente, se deben tomar las siguientes consideraciones antes de tomar una medida en contra del régimen dictatorial de al-Assad.
Por una parte, la administración Trump no puede olvidar que detrás de las políticas sanguinarias de al-Assad está la mano fuerte de Vladimir Putin. El dictador de Rusia no está dispuesto a perder un ápice de la influencia que consolidó a partir de la debilidad de la anterior administración norteamericana.
Recordemos que la mancuerna de Assad-Putin produjo un resultado que benefició a los dos dictadores.
El hecho de tener fuerzas militares en el Medio Oriente, específicamente en Siria, le permitió a Putin tener nuevamente influencia en la región. Después del deceso de la Unión Soviética, los rusos habían perdido literalmente terreno y habían cedido a Estados Unidos el liderazgo de la política internacional.
Sin embargo, con Siria, los rusos adquirieron preponderancia y se transformaron nuevamente en actores principales de la política internacional.
Por otro parte, antes del ataque de gases, el dictador sirio al-Assad había estado incrementando control sobre las zonas dominadas por
contingentes rebeldes y grupos terroristas de ISIS.
Empero, desde que inicio la guerra civil, el régimen de Bashar al-Assad siempre se ha visto dentro de un entorno de sobrevivencia. En este sentido, un hombre herido es más peligroso que un hombre en plena salud. Si al-Assad pudo utilizar gases letales contra su propia gente, lo más probable es que también los utilizará contra sus enemigos.
Asimismo, no podemos hacer a un lado a los grupos terroristas de ISIS. La debilidad de los grupos rebeldes sirios y de las fuerzas de militares de al-Assad significa el empoderamiento de ISIS. Por mucho, los terroristas son más crueles que los más sádicos de las tropas de al-Assad.
La política de la Administración Trump tiene que considerar estas tres atenuantes en el momento de iniciar una política en la región del Medio Oriente. No va a ser fácil. Putin es su propio jefe y no permite que nadie le está dando órdenes. Mientras que Bashar al-Assad es una bestia brutal que no le importa matar a niños y niñas inocentes con tal de mantenerse en el poder. Y de ISIS ni que se diga.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
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