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La deliberación de la Corte Suprema de Justicia en torno al matrimonio del mismo sexo nos lleva a reflexionar ese contrato social que históricamente lo firmaban un hombre y una mujer. Hoy, más de 35 estados permiten que dos hombres o dos mujeres puedan contraer matrimonio. Y es cuestión de tiempo –puede ser en uno días— que la Corte federal dictamine a favor de los gays y lesbianas y permita que el matrimonio sea para todos los que se aman.
Entonces, desde un punto de vista jurídico, el matrimonio es una institución social; es decir, fue creada por los “hombres” para que, tanto la mujer como el hombre, tengan derechos y obligaciones dentro de una sociedad establecida.
Así, para los miembros del grupo LGBT y personas que los apoyan en su lucha reivindicadora, el matrimonio es una cuestión de derecho, es una lucha constante por sus ideales políticos y es una batalla interminable contra instituciones sociales que discriminan.
Sin embargo, pocas veces nos ponemos a preguntar y reflexionar sobre la veracidad del matrimonio como una institución ecuánime que vela los intereses de las dos personas que inicialmente firman el contrato. Claro que después, cuando llegan los hijos e hijas, el matrimonio abarca a más de dos personas: La familia.
Katherine MacKinnon, abogada, académica estadounidense, defensora incansable de los derechos de la mujer, se ha pronunciado en diversas ocasiones en torno a la peligrosidad de la institución del matrimonio. Según su punto de vista, esta institución jurídica-formal pertenece al ámbito de lo privado, a la esfera donde la mujer es oprimida con más severidad por el hombre.
Es decir, es la esfera donde se comenten las violaciones más atroces contra la mujer, como violaciones sexuales o relaciones sexuales sin su consentimiento, abusos domésticos de toda índole; incluso abusos que conllevan al homicidio.
En tal sentido, el matrimonio puede llegar a ser como una institución jurídico-formal que permite al hombre, gracias a las bondades que le ofrecen las leyes del Estado, mantener subordinada legalmente a la mujer.
“El ámbito de libertad privada de los hombres es el ámbito de subordinación colectiva de las mujeres”, puntualiza MacKinnon. Y luego concluye, “la ley de la intimidad trata la esfera privada como espera de la libertad personal. Para los hombres lo es. Para las mujeres, lo privado es la esfera de la violación y el abuso íntimos…”
Entonces, a la luz de lo que sucede en este momento en la Corte Suprema de Justicia MacKinnon seguramente se preguntará: ¿Por qué los LGBT buscan modificar el concepto de matrimonio y tomar parte de una institución que obliga a las mujeres a la dependencia y la sumisión?
Los nueve magistrados no tienen un problema fácil de resolver. Es extremadamente complicado. En sociedades machistas como la nuestra, la relación del hombre y la mujer dentro del matrimonio difícilmente es considerada como una relación que demerita los esfuerzos de la mujer.
Algunos magistrados difícilmente pueden captar el mensaje de MacKinnon. “Solo los homosexuales y los afroamericanos tienen la capacidad de entender los problemas reales de la mujer”, manifestó. Hay veces ni las mismas mujeres pueden ver sus propios problemas.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
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