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El documento del Vaticano preparatorio a una cumbre mundial de obispos sobre temas de la familia propuso mantener una actitud de cercanía a los divorciados vueltos a casar y de aceptación a los gays, aunque rechazó al matrimonio entre personas del mismo sexo.
El texto, dado a conocer este día, es el Instrumentum Laboris (instrumento de trabajo) de la asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, que sesionará en octubre próximo bajo el lema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.
Entre otras cosas constató el “quemador sufrimiento” de los católicos que viven el fracaso de su matrimonio los cuales, a veces, se sienten injustamente juzgados.
Insistió en la necesidad de ofrecer indicaciones claras de parte de la Iglesia, para que “sus hijos” que se encuentran en situaciones particulares no se sientan discriminados.
Por eso estableció que “desde muchas partes” se exige una más puntual atención y acompañamiento a los divorciados y vueltos a casar civilmente, para que puedan experimentar una integración en la vida de la comunidad cristiana.
El documento llamó a “repensar” las “formas de exclusión” aplicadas por instituciones católicas a estas personas en los campos litúrgico, educativo y caritativo.
Aunque no enumeró estas formas de exclusión, se refirió a la imposibilidad para los divorciados vueltos a casar a ser padrinos de bautismo o de confirmación, la negativa a que sean maestros en escuelas católicas o no puedan dirigir algunos organismos de caridad.
“Desde el momento en que estos fieles no están fuera de la Iglesia, se propone reflexionar sobre la oportunidad de hacer caer estas exclusiones”, propuso.
El documento no incluye decisiones definitivas y fue redactado con las aportaciones que fieles católicos de todas partes del mundo enviaron a la Secretaría del Sínodo, como respuesta a un cuestionario enviado previamente.
El escrito, de 78 páginas y 147 puntos, resumió las opiniones prevalecientes entre obispos, sacerdotes, religiosas y feligreses sobre diversos temas relacionados a la familia.
El mismo dedicó una buena parte al tema de los divorciados vueltos a casar civilmente, que en la actualidad no pueden acceder a la comunión y tampoco ser parte activa en diversas actividades de la Iglesia.
En el texto se solicitó una más incisiva sensibilización de la comunidad cristiana en orden a la acogida de estas personas y las llamadas “familias heridas”, con una especial atención a los hijos.
Además propuso alternativas para que algunos fieles divorciados y vueltos a casar, que viven una situación de convivencia irreversible en una nueva unión, puedan acceder a la eucaristía.
Habló de la “hipótesis de un itinerario de reconciliación o vía penitencial” que sería conducido por las parejas bajo la autoridad del obispo, el cual incluiría un recorrido de arrepentimiento, verificación de la eventual nulidad del matrimonio, compromiso a la comunión espiritual y decisión de vivir en continencia.
También refirió que algunos consideran a la “vía penitencial” como un proceso de clarificación y de nueva orientación, después del fracaso vivido, acompañado por un presbítero indicado.
“Este proceso debería conducir al interesado a un juicio honesto sobre la propia condición, en el cual también el presbítero pueda madurar su valoración para poder hacer uso de la potestad de ligar o de desligar en modo adecuado a la situación”, añadió.
En todo caso, el documento no hizo referencia a cuál de estas opciones tiene mayor consenso ni tampoco incluyó las opiniones de quienes se oponen a cualquier apertura a la comunión para los divorciados vueltos a casar.
Sí hizo hincapié en la urgencia de “hacerse cargo de las familias heridas” y “hacerles experimentar la infinita misericordia de Dios y de todos”.
“No se olvide que la experiencia del fracaso matrimonial es siempre una derrota, para todos. Por eso, después de una toma de conciencia de las propias responsabilidades, cada uno tiene necesidad de encontrar nuevamente confianza y esperanza”, precisó.
Más adelante, el escrito sostuvo que cada persona, “independientemente de la propia tendencia sexual”, debe ser respetada en su dignidad y acogida con sensibilidad y delicadeza, sea en la Iglesia como en la sociedad.
Afirmó que “sería deseable” que los proyectos pastorales en las diversas diócesis reservasen una específica atención al acompañamiento de las familias en las cuales viven personas con tendencias homosexuales y de estas mismas personas.
No obstante, calificó como inaceptable que los pastores de la Iglesia sufran presiones de los organismos internacionales que “condicionan las ayudas financieras a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Todas estas propuestas serán enviadas a los obispos que viajarán a Roma para la asamblea de octubre, durante la cual se discutirán. Las conclusiones de este debate se remitirán al Papa Francisco, quien decidirá si las aprueba o no.
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